martes, 24 de junio de 2008

El extraño manuscrito de Villafranca

Villafranca de los Barros (Badajoz), un atardecer del año 1671 El archivero ascendió la escalera de caracol con premura. En una mano portaba el llameante candil de aceite con el que se abrió paso entre la penumbra y en la otra, amarradas con firmeza, treinta hojas que hacía tiempo mantenían en vilo a las autoridades. Releyéndolas por última vez, deambuló largo tiempo por la buhardilla que servía como lóbrego depósito de la historia de la señorial villa, mientras el eco sordo de los coches de caballerías se filtraba por un ventanuco rectangular abierto en la piedra. Antes de depositarlos en aquel laberinto de papeles húmedos y olvidados, decidió tomar su pluma y escribir unas letras en la rugosa superficie de la cuartilla apergaminada. Sin temblarle el pulso los apoyó en el tablero y procedió a escribir un epígrafe sorprendente: "hechos sobrenaturales". Después, con la noche ya penetrando al final del pasillo, depositó los documentos en aquel mare mágnum, quizá con el fin de que los sobrecogedores sucesos allí narrados se perdiesen para siempre en las entrañas de miles de hojas que probablemente jamás nadie volviese a revisar. Pero se equivocó. Villafranca, 382 años después Con 35 grados a la sombra me dieron la bienvenida las encrespadas y blancas callejas de este lugar apacible y ordenado, con una armonía sosegada propia de las tierras del sur a las que se asoma desde el último vértice de Extremadura. Al socaire del umbral de los portales los vecinos se protegían de un Sol que abrasaba temprano, saludando cortésmente y envueltos en sus conversaciones sobre el tiempo y las tierras. Daba impresión de que no se habían sobresaltado con la noticia, a pesar de que el rumor días antes había corrido rápido por los cuatro puntos cardinales del pueblo. La información, escueta y tan solo apuntada había partido, como siempre, de avezados periodistas locales como Juan Francisco Ramírez y Laura Díez. Ellos habían hecho saltar una liebre que ahora se ahogaba en la rutina del transcurrir cansino de los días en este pintoresco rincón de la provincia de Badajoz. Una indiferencia peligrosa que podía sumergir un hecho insólito en el profundo abismo del anonimato. Inmerso en esos pensamientos y en busca de aquellos treinta documentos que se guardaban con celo y extrañeza por las autoridades, me planté en el antiguo Archivo histórico. El edificio, con sus arterias de madera ya añejas por el paso de los siglos, guardaba la esencia histórica de un pasado brillante, repleto de conquistas y caballeros. Arriba, en la segunda planta, el tiempo parecía haberse detenido. La escalinata crujía a cada paso y los archivos, ordenados meticulosamente año tras año, abrían camino a un pasillo largo franqueado por una ventana. Sobre una mesa donde reposaba una esforzada Olivetti aún en servicio, aparecía la misteriosa joya del pasado, el legajo 35/1.3.3, del año de 1671, un manuscrito judicial en el que se informaba de una serie de hechos que las autoridades dieron por ciertos en este mismo rincón de la Tierra de Barros hace casi cuatro siglos. Dos misterios del Siglo de Oro La eficiente archivera Pilar Casado se quedó asombrada al descubrir aquel tesoro. Del suelo, en el, caos en el que se desperdigaban parte de los documentos más antiguos, recogió una serie de hojas que rubor me confesó: "Eran diferentes, por el curioso asunto que trataban y la realización del expediente judicial con la nomenclatura, la orden de comunicación y las declaraciones correspondientes a todo lo que anteriormente había visto". Se hablaba de sucesos reales y en los que había una abrumadora cantidad de declaraciones juradas de diversas autoridades de la época. La funcionaria Inmaculada Clemente Santos las desplegó tras recibir la autorización expresa del alcalde, José Espinosa, al tiempo que se me ofrecía la traducción exacta paleográfica de aquel manuscrito sorprendente. Según rezaban los arrugados manuscritos, todo comenzó con una misiva al Ayuntamiento del 9 de octubre de 1671, en la que se demandaba información acerca de dos singulares acontecimientos. El documento decía así: "En la villa de Villafranca, en nueve días de octubre, sus mercedes don Mateo Vaca de Liria y Diego López Barragán, alcaldes ordinarios de esta villa por su majestad, recibieron el pliego sellado que dice así. -Por la Reina Gobernadora. A la Justicia y Alcaldes Ordinarios de Villafranca. Y habiéndose abierto el dicho pliego firmado por el señor licenciado don José Beltrán de Arnedo en el que por él manda se haga información de que una niña de edad de tres meses y medio, hija de padres portugueses estantes en esta villa, habló por el mes de septiembre pasado ciertas palabras latinas. Y que se hiciese información de que por el año pasado del sesenta y cinco se tocaran las campanas de la Ermita de Nuestra Señora de la Coronada". Esta inesperada carta dirigida a los alcaldes inició lo que probablemente fuera la primera investigación judicial de este tipo habida en España con orden de hacer declarar a todos los implicados. El espeluznante suceso de un bebé que comenzó a proferir frases en latín ante el espanto de varios testigos presentes fue el que primero llamó la atención de los dos mandatarios. No en vano habían pasado tan solo unos días del suceso y eran muchos los testigos. Reunidos en pleno extraordinario, se ponía en marcha la maquinaria implacable de la investigación con el fin de arrojar luz sobre estos oscuros sucesos. Antonia Batista: la niña poseída Con el legajo en la mano, caminando lentamente entre aquellas torres de viejos documentos y archivadores que se disputaban el sitio con antiguos libros de sentencias, intenté imaginar la noche de hace trescientos ochenta y dos años en aquel lugar de estrechas calles encaladas. La lectura de aquel documento sobre el diabólico "bebé parlante" y la declaración jurada del médico asalariado de la villa, José de Ribera Padua, me trasladaba, de inmediato, a otras épocas brumosas y legendarias donde, como ahí quedaba escrito, había ocurrido lo imposible: D. José de Ribera Padua en el auto proveído por la justicia dixo: El sábado pasado que se contaron doce días del mes de septiembre deste presente año, entre siete y ocho de la noche, estando este testigo en las casas de su morada en una sala donde tiene su estudio, en compañía de María Batista, su prima, viuda de Rodrigo de Sequera, la cual tenía una hija suya de edad de cuatro meses poco más o menos, en sus brazos, la cual estaba echadita sobre un bufete reclinada en el brazo de su madre. Y este testigo quiso salir de casa y yendo a tomar su capa miró a la dicha niña a la que llaman Antonia, la cual con violencia consiguió a levantar los brazos y piernas poniéndosela la cara muy roja, y este testigo juzgó que le daba algún accidente a la dicha niña, levantando la cabeza del brazo de su madre comenzó y dijo en voces altas y claras "DOMUS, AUSTRIACA, CONTERET, CAPUT, TUUM", y cuando la niña comenzó a decir las palabras comenzó en tono bajo y acabó en tono alto, con mucha fuerza y violencia, mostrando en sí grande alegría y sobrenatural gozo. Y a este tiempo, la dicha doña María Batista, madre de la dicha niña, dijo: "El buen Jesús, Dios nos quiere castigar, misericordia Señor". Y este testigo dijo "Verbum carofactum est", admirado del suceso. Fue a la calle en busca de gente para que lo viesen y fue a casa de don Álvaro Guerra de Bolaños, que vive pared en medio de la de este testigo para que fuese a ver este prodigio y ambos vinieron a gran prisa para ver a la niña, la cual todavía estaba forcejeando con los mismos movimientos de piernas y brazos, y gorleando con la lengua, y la cara muy roja... y así estuvo desta forma más de medio cuarto de hora hasta que se fue apaciguando, se quietó y se quedó como antes de que te diese dicho accidente" Álvaro Guerra de Bolaños, que a la sazón era alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición, se quedó abrumado por el fiero rostro amoratado de aquella niña que continuó pronunciando palabras ininteligibles durante un buen rato ante el constante trasiego de gentes de toda condición que se echaban las manos a la cabeza, llegando desde distintos puntos de la villa para observar lo que consideraban una manifestación del maligno. En términos semejantes proseguían las declaraciones detalladas ante el tribunal de los familiares, que resultaron ser unos portugueses naturales de la población de Olivenza, y de vecinos como Teresa Rodríguez, Cristóbal Vaca e incluso el impresionado clérigo de la villa, Álvaro Martín. Todos habían visto con sus propios ojos la espantosa escena imposible que en las fronteras del siglo XXI los especialistas psiquiátricos y parapsicológicos definen como "xenoglosia" y que en aquel contexto social e histórico sólo podía ser vista como posesión demoníaca. Campanadas a medianoche El segundo caso que engrosaba este primer expediente X español había tenido lugar a pocos metros del vetusto edificio en el que releía aquellas fascinantes informaciones. Sin pensarlo dos veces, tomé de nuevo las calles soleadas la villa para ir perdiéndome por los lugares donde se desarrolló la otra misteriosa historia que tanto desvelo provocó en su época. En la empinada travesía del Aceituno y en la más ancha y despejada de la Coronada, aún quedaban los edificios como mudos testigos blanqueados de la noche en que las campanas de la ermita repiquetearon solas ante la sorpresa y el sobrecogimiento general. Caminando rúa abajo, eché mano de la declaración ante el tribunal de José Alonso Lechón, alguacil mayor de la villa, para "revivir" lo que allí mismo tuvo lugar en un tiempo de espadachines y duelos a la luz de la Luna: "Yendo este testigo el día ventidos de agosto del pasado mil y seiscientos y sesenta y cinco, a cosa de las once de la noche, poco más o menos, en compañía de su merced don Álvaro Gutiérrez Blanco, alcalde ordinario de la villa aquel año, llegando al final de la calle del Aceituno que salía al ejido de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada, oyeron que una de las campanas de dicha ermita dio una campanada, y dentro de poco sonó otra campanada, y este testigo y su merced fueron a dicha ermita que está extramuros de la villa. Yendo a dar a ella sonó otra campanada, y habiendo todos juntos llegado vieron que las puertas que tiene estaban cerradas y se comprobó que no había persona alguna en el interior de la ermita... ". Observando aquella iglesia remozada con torres afiladas que rasgaban un cielo impoluto y claro, intenté imaginar la escena de aquella noche del 22 de agosto de 1665. Según rezan las declaraciones juradas del vecino Juan de Zúñiga y Cevallos, el escribano de la villa Juan Mateos, Beatriz Hernández, Leonor López y el alguacil menor Álvaro González penetraron en la penumbra de la iglesia provistos de unas velas para intentar sorprender al supuesto autor. Aquel tañer fantasmal volvió a producirse, claro y nítido, y tras haber escrutado con paciencia y cierto temor órgano, sacristía y torre los allí presentes se cercioraron definitivamente de que nadie había podido hacer sonar las campanas cuatro veces. Fue entonces cuando se personó en la plazoleta una gran multitud y comenzó a latir con fuerza la palabra "milagro". Certificado de un milagro Las decenas de declaraciones y el rango eclesiástico y civil de algunas de ellas dejaban pocas dudas en torno a la veracidad de los hechos allí plasmados y lo convierten en una documentación única hasta el momento en nuestro país. Las propias archiveras descubridoras y conservadoras del misterioso legajo me confirmaron que no cabía duda, por el tratamiento y profusión de identidades testimoniales, que aquellos sucesos no eran leyendas o antiguas creencias. En un acta elaborada años después de las campanadas se afirmaba que el incidente, certificado como verdadero milagro de Nuestra Señora de la Coronada, había quedado reflejado en una tabla con inscripciones latinas realizada para ensalzar algunos prodigios de la venerada. Con cierta pesadumbre, tras flanquear la cerrada puerta de la sacristía gracias al afable ermitaño Luis Pérez Macía, encargado de la conservación del edificio, comprobé que nadie sabía del paradero de aquella tabla donde se registró el extraño acontecimiento, dándole tintes religiosos al asunto. Cerrada en aquel momento al público, la iglesia estaba llena de oscuridad, tal y como la debió ver aquel grupo de vecinos liderados por el escriba oficial y el alcalde a la busca de un bromista sobrenatural, que nunca dio señales de vida. Cuando ya estábamos convencidos de que aquella inscripción habría sido vendida o destruida siglos atrás, un golpe de fortuna hizo que al grito de "milagro", por encontrarme de súbito con ese encabezamiento en un texto enmarcado y restaurado, me diese de bruces con la preciada reliquia. Allí, el suceso que había motivado el expediente judicial se transformaba en indefectible muestra del poder de la madre de Dios. Y así formaba parte ya de la Historia, aunque fuese entre el polvo de un rincón junto al altar. El regreso El torreón hacía años que estaba prácticamente en desuso muchas de las escaleras de piedra habían cedido y no parecía un sitio aconsejable por el que aventurarse. Pero a oportunidad de ver aquellas campanas bruñidas que tocaron milagrosamente según la investigación oficial, bien merecía el intento. Allí arriba, rodeado de absoluto silencio, se contemplaba todo desde otra perspectiva: Abajo, el pueblo de Villafranca, apretado y blanco como sus hermanastros andaluces, recibía la caída de la tarde con su tranquila parsimonia. Una calma que estas gentes llevan en la sangre, pensaba desde mi eventual observatorio, y que, por fortuna, ni siquiera los más extraordinarios fenómenos sobrenaturales han logrado quebrantar con el paso de los años

domingo, 22 de junio de 2008

La luftwaffe que no conocimos

A pesar de que dentro del estudio del fenómeno ovni la hipótesis más extendida sea la de su presunto origen extraterrestre, existen numerosos expertos que opinan que hay suficientes razones de peso como para considerar que en muchas ocasiones nos encontramos ante aparatos fabricados por el ser humano.


Durante el mes de diciembre de 1944 corrían intensos rumores entre las fuerzas aliadas sobre el desarrollo por los alemanes de nuevas e increíbles armas secretas llamadas a cambiar el curso de la contienda. El autor Renato Vesco, en un libro de una gran riqueza técnica aunque muy poco conocido titulado Intercetelli sensa sparare, defiende la existencia real de inéditos desarrollos aeronáuticos construidos durante las postrimerías de la guerra en las instalaciones de la Wiener Neustadt. Otro gran historiador militar, el mayor Rudolph Lusar, en su antológico German secret weapons of world war II, nos introduce igualmente en el fascinante mundo de la tecnología secreta nazi.


"Interceptar, pero no disparar?" esta ha sido la orden que pilotos de combate de todo el planeta han recibido desde que en 1947 comenzaran a ser acosados sistemáticamente por estos misteriosos aparatos. El 24 de junio de aquel año, un piloto privado llamado Kenneth Arnold inauguró la edad moderna de los ovnis al divisar una formación de nueve aparatos que parecían sacados de la imaginación de un escritor de ciencia-ficción. Más de medio siglo ha transcurrido desde aquel histórico momento y, a pesar de ello, nadie ha sido capaz de dar respuesta al enigma más apasionante del siglo XX: la naturaleza y procedencia de estos aparatos.


En las jornadas que siguieron a este primer avistamiento, los periódicos americanos se llenaron con casos semejantes. Aquel mismo día, el prospector de minerales Fred Jonson declaró haber presenciado el paso de la misma "escuadrilla" avistada por Arnold. El avistamiento se prolongó por espacio de unos cincuenta segundos, durante los cuales estos aparatos sobrevolaron a baja altura la posición del señor Jonson, que observó como mientras esto sucedía la aguja de su brújula comenzaba a girar de manera incontrolada. A este siguieron otros casos que acapararon la atención del público durante todo el mes, los cuales, curiosamente, parecían verse limitados exclusivamente a la esquina noroeste de los EE.UU.


Un poco de ciencia-ficción

Durante la primavera de 1949, contando con apenas una docena de informes repletos de datos irrelevantes, que fácilmente podían ser relacionados con fenómenos ordinarios que nada tenían que ver con los ovnis llevó a los investigadores de la comisión Hyneck a esperar cándidamente que los avistamientos se irían desvaneciendo de una manera gradual y espontánea. No fue así, y nuevos casos fueron contrariando sistemáticamente estas expectativas oficiales. Mientras, los medios de comunicación se convertían en foro abierto en el que se discutía la naturaleza y procedencia de estos aparatos. Sesudos profesores adoctrinaban a la población sobre las posibles virtudes de la antigravedad mientras una trouppe de desaprensivos pretendía montar fraudulentos espectáculos mediáticos a costa del fenómeno (en realidad la cosa no ha cambiado tanto en cincuenta años).


A principios de junio de 1952, la fuerza aérea estadounidense tenía que vérselas con otra gran oleada. Esta vez, los no identificados se permitían el lujo de jugar impunemente con los pilotos que pretendían interceptarles y en el colmo del descaro incluso sobrevolaban el espacio aéreo de la Casa Blanca a velocidades cercanas a las 7.200 millas por hora. Los expertos militares sacaron de esta experiencia una conclusión inequívoca. Fuera lo que fuera aquello, indudablemente estaba controlado por algún tipo de inteligencia. Más tarde, las apariciones se trasladaron a la zona de los grandes lagos. La prensa no dejó de hacerse eco de esta nueva oleada y esta vez el tono de los periodistas tenía un cierto tinte acusador hacia unas fuerzas aéreas que permitían que aparatos desconocidos sobrevolasen sin control el cielo de su país.


Pero lo cierto es que esta historia había comenzado mucho años antes, en 1944, con unas misteriosas luces que aparecieron sobre los cielos de la cuenca del Rhin. Debajo, en la agonizante Alemania de las postrimerías del Tercer Reich, técnicos y científicos se afanaban en ultimar armas secretas que cambiasen el curso de la contienda. Aparecieron nuevas tecnologías como los infrarrojos, que dotaron a los pilotos de cazas y bombarderos nocturnos de unos ojos mágicos que les permitían taladrar las tinieblas para descubrir al enemigo. En este entorno fue donde aparecieron los llamados Foo Fighters o Kraut Balls, misteriosas esferas luminosas que acosaban a los pilotos aliados durante sus incursiones.


El revolucionario armamento antiaéreo alemán

Los servicios de inteligencia aliados comenzaron de esta manera a saber de la existencia de toda una nueva generación de armas que, de haber llegado antes, podrían haber supuesto una última esperanza para el régimen nazi. Los químicos desarrollaban proyectiles cargados con gases que explotaban violentamente al penetrar en los carburadores de los motores enemigos. Los ingenieros trabajaban en los llamados cañones sin proyectil, destinados a derribar a los bombarderos americanos mediante violentas corrientes de aire a presión. Los laboratorios de Telefunken trabajaban sin descanso en el desarrollo de mísiles guiados por televisión, en cuyas pruebas se consiguió hundir un par de buques aliados sin que ni siquiera supieran de donde les había venido el golpe mortal.


Al final de la contienda, todos estos desarrollos fueron sistemáticamente por las autoridades de los países aliados. Mucho se ha hablado del papel de los norteamericanos en este sentido, pero mucho menos conocido e igualmente relevante es el de los británicos, en cuya zona de influencia quedaba el llamado reducto alpino, la zona de Alemania donde se encontraban la mayor parte de los laboratorios secretos. Su industria aeronáutica se vio beneficiada por múltiples de estos nuevos conceptos, entre los que destacaba el denominado avión de succión, que empleaba la succión de aire como parte de su fuerza sustentatoria, lo que le permitía despegar en espacios muy cortos y alcanzar velocidades inusitadas para la época.


Así, los años 50 constituyeron una época de espectaculares posibilidades para la industria aeronáutica, coincidiendo con la época de mayor esplendor del fenómeno ovni. Como continuación de los trabajos iniciados con el avión de succión, se comenzó a experimentar con la aerodinámica de las superficies porosas, un concepto que permitía que el propulsor se encontrara encerrado dentro de la propia superficie de sustentación del aparato. A este respecto, el ministro de aeronáutica Sir Ben Lockspeiser anuncio públicamente el desarrollo por parte de la industria británica de nuevos modelos de aeronaves que en nada se parecían a las conocidas hasta ese momento. En realidad se refería al desarrollo de un aparato similar a un platillo volante y basado en un proyecto alemán llamado Luftschwamm (esponja aérea), que se desplazaba sobre un colchón de aire generado por una potente turbina encerrada en el interior de un casco poroso.


Proyectos fantasma

A pesar de la considerable propaganda que en su momento se hizo alrededor de estos proyectos, en un momento dado desaparecen totalmente de la escena pública envueltos en una niebla de endebles justificaciones y dejando sin justificar un agujero de cientos de millones de libras. Tras los espectaculares anuncios de "aeronaves sin piloto", "aviones sin necesidad de combustible" y aparatos con velocidades de crucero de más de 3.000 millas por hora sólo quedaron un montón de preguntas y ninguna respuesta satisfactoria. No obstante, queda constancia de que los ingenieros británicos trabajaron por aquellas fechas en lo que denominaban aparatos de estabilización giroscópica, naves discoidales cuyos bordes giraba rápidamente sobre sí mismos mientras que en la cabina, en forma de cúpula, permanecía estacionaria en el centro.


Durante la gran oleada de 1954, el periodista Franco Bandini hacía retóricamente a sus lectores la siguiente pregunta: "a la luz de la lógica y de nuestra experiencia sobre los métodos generalmente empleados por las grandes potencias en el desarrollo de armamentos, ¿Podemos barajar de una manera razonable la posibilidad de que estemos ante algún tipo de arma secreta?" ¿Es posible mantener un secreto de estas características? Por supuesto que sí, no tenemos más que recordar que los ciudadanos americanos supieron de la existencia de la bomba atómica al mismo tiempo que los desdichados habitantes de Hiroshima. sin ir más lejos, los propios alemanes fueron capaces de ocultar factorías enteras bajo tierra que jamás fueron descubiertas por la multitud de espías y aviones de reconocimiento que intentaban infructuosamente dar con los centros secretos de la producción bélica germana.


Las cantidades de dinero precisas para llevar a cabo tan magnos proyectos a espaldas del público se obtienen sin ninguna dificultad (no hay más que recordar el llamado escándalo de la R. A. F. en la Inglaterra de los años 50, o el estadounidense caso Irán-contra). Por último, la teoría del origen extraterrestre de estos aparatos proporcionaría la pantalla de humo perfecta para sumir en la más absoluta perplejidad a todo aquel que quisiera adentrarse en el estudio de los no identificados y, de paso, establecería un escenario ideal para la puesta en práctica de siniestras operaciones de control mental.


Los ovnis de Marconi

El tema de los ovnis fabricados por el hombre no quedaría completo sin hacer siquiera una mención a una creencia moderadamente popular en Italia y en algunos lugares de América del Sur según la cual, el inventor Guglielmo Marconi habría levantado una ciudad secreta en algún lugar del continente americano. Su yate, el Electra, era un verdadero laboratorio flotante en el que realizaba los más variados experimentos y con el que hacía continuos y misteriosos viajes a Venezuela por alguna desconocida razón. Narciso Genovesse, en su libro Mi viaje a Marte, fue quien hizo la contribución decisiva para popularizar la historia de la ciudad secreta de los Andes. En él, describe sus viajes interplanetarios a bordo de los platillos volantes construidos por Marconi y sus descendientes.

Al margen de estas rarezas, lo cierto es que durante los últimos diez años han salido a la luz diversas informaciones que parecen apuntar en el sentido del desarrollo por parte de los alemanes de aeronaves muy poco convencionales al final de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, todo parece indicar que, como de costumbre, algunos de los pedazos más suculentos de la historia de esta contienda han sido sistemáticamente sustraídos del conocimiento público en beneficio de la ?seguridad nacional?, incluido el epílogo que protagonizó el almirante Byrd en 1947, al mando de una fuerza de intervención cuya misión era invadir la Antártida (pero esa historia la reservaremos para otra ocasión). Hay un pequeño detalle, estúpido si se quiere, pero que siempre me ha hecho reflexionar sobre esta cuestión: ¿Se han fijado ustedes que los platillos volantes de los 50 tienen aspecto de aparatos de los años cincuenta, los de los 60 tienen el aire típico de la década prodigiosa y así sucesivamente hasta llegar a nuestros días? ¿Acaso los extraterrestres están al tanto de nuestras modas y tendencias en el diseño industrial? Personalmente no lo creo? Es posible –solo posible- que alguien haya puesto todo su esfuerzo en condicionarnos para creer los aparatos que llevamos cincuenta años viendo surcar ágilmente los cielos proceden de otros planetas, cuando la realidad, podría ser muy distinta y mucho más siniestra. Si la CIA ya ha admitido públicamente que escenificó avistamientos ovni de cara a la opinión pública, ¿cuánto nos queda por saber de este tipo de manipulaciones? Por todo ello, querría acabar este reportaje reproduciendo el decálogo establecido en su momento por el investigador Renato Vesco y que todo aficionado a los ovnis debería, cuando menos, tener en cuenta:


1.Muchos de los avistamientos ovni han sido generados por aparatos completamente terrestres, fabricados con tuercas y tornillos como cualquier otro.


2.El fenómeno no ha adquirido una dimensión apreciable hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.


3.Antes y durante la contienda se experimento con toda una panoplia de medios alternativos de propulsión.


4.Los nazis experimentaron con aeronaves de forma discoidal y tubular.


5.Durante la invasión aliada, algunos de estos aparatos fueron utilizados, como los conocidos foo-fighters.


6.Americanos y británicos se llevaron la parte del león de la tecnogía nazi, incluyendo a sus más brillantes cerebros.


7.Algunas divisiones alemanas se ocultaron al final de la guerra en bases secretas en la Antártida y las selvas de Sudamérica.


8.Toda la tecnología creada por los nazis fue posteriormente desarrollada por los aliados, incluidos los misiles teledirigidos y los aviones a reacción. Curiosamente, nunca se volvió a saber de las naves discoidales.


9.Durante la segunda mitad de la década de los cuarenta y la primera de los cincuenta se produce un inusitado número de avistamentos en especial en Norteamérica, América del Sur y sur del continente africano.


10.A pesar de tratarse oficialmente de alucinaciones colectivas, globos sonda y gas de los pantanos, los documentos relativos a los ovni siguen siendo guardados con extremado celo bajo sellos de alto secreto.


Si juntamos todas estas piezas, es difícil no llegar a la conclusión de que algo muy extraño lleva sucediendo en este planeta desde hace más de cincuenta años. Tampoco debería extrañarnos. Ya se sabe que la realidad tiende la mayor parte de las veces a ser más extraña que la ficción.

sábado, 21 de junio de 2008

Vida después de la muerte

Los científicos que estudian la llamas "experiencias cercanas a la muerte" (ECM) afirman haber encontrado evidencias definitivas sobre la existencia de conciencia tras la parada de actividad cerebral.


No obstante, esta afirmación ha sido cuestionada por expertos en neurología. Los encargados de esta investigación han entrevistado a 63 supervivientes de ataques al corazón, siempre en los siete primeros días después de su experiencia.


De estos, 56 afirmaron no conservar ningún recuerdo del periodo durante el que estuvieron clínicamente muertos. Sin embargo, siete afirmaron conservar alguna memoria de este periodo, cuatro de los cuales contaron historias encuadrables dentro de las ECM.


Estos relataron experiencias de regocijo y alegría, aceleración del tiempo, incremento de los sentidos, perdida de sensación corporal, haber visto una gran luz, entrar en "otro mundo", el encuentro con un ser de naturaleza mística y la llegada a un "punto de no retorno".


Ninguno de estos pacientes sufrió de falta de oxígeno, una de las principales causas a las que los escépticos achacan este tipo de experiencias. El director de la investigación, Dr Sam Parnia, del Southampton General Hospital, ha declarado que nadie ha sabido aún explicar con exactitud como se forman los pensamientos en las células.


Dice que incluso es posible que la mente o la conciencia sean independientes del cerebro: "Cuando examinamos células cerebrales vemos que, básicamente, éstas son como cualquier otra célula, pueden producir proteínas y agentes químicos, pero no son realmente capaces de generar el fenómeno subjetivo al que denominamos pensamiento".


"El cerebro es definitivamente necesario para la manifestación de la mente, algo así como un receptor de televisión, que capta las ondas del aire y las convierte en imagen y sonido". El Dr. Chris Freeman, psiquiatra y psicoterapeuta en el Royal Edinburgh Hospital, afirma que es imposible obtener una prueba de que las experiencias reportadas se originen cuando el cerebro ya ha dejado de funcionar.

jueves, 19 de junio de 2008

El demonio de Devonshire

Uno de los episodios más singulares de la criptozoología fue recopilado por Charles Fort a finales del siglo XIX, cuando por espacio de varios meses se localizaron un gran número de extrañas huellas en el paraje inglés de Devonshire. Su singular forma de “U” y su disposición individual en línea, hicieron pensar a los expertos de la época que se trataba de una criatura con una sola pierna, un ser que se desplazaba dando unos saltos que en ocasiones fueron estimados hasta en 6 metros de altura. Sin embargo, nadie la llegó a ver…


José Gregorio González y David Heylen Campos


Fort fue sin lugar a dudas un adelantado a su tiempo, un curioso empedernido que se rodeó de pilas de periódicos y documentos de todos los tiempos, rastreando la presencia de hechos extraños, insólitos, de anomalías científicas que hoy conocemos en su honor como “hechos forteanos”. Vivió en un pequeño apartamento de un barrio del Bronx, del que apenas salía para acudir a la Biblioteca Municipal en busca de su presa preferida: la noticia extraña.


Poco a poco comenzó a llenar su casa de montones de cajas con recortes de prensa que recogían, desde las extrañas lluvias de peces, piedras o ranas, de aguas de color negro o con azufre, pasando por inscripciones en meteoritos, así como apariciones varias y avistamientos de criaturas imposibles para la ciencia. Pero Fort no sólo se limitó a recopilar recortes sino que comenzó a estudiar diferentes disciplinas científicas para comprender mejor estos hechos misteriosos e intentar darles una explicación. Estudió en la Biblioteca de Nueva York y en el Museo Británico, formulando leyes y aplicando formulas y teorías, para en 1913 escribir una obra sobre lo aprendido dando diferentes explicaciones a los hechos que durante años había recopilado. Había nacido El Libro de los Condenados, un clásico imprescindible para todo amante del misterio.


Un amanecer con algo más que nieve


Restos de gigantes en Escocia, animales deformados, criaturas con alas o características imposibles, y un largo etcétera de anomalías zoológicas comenzaron a figurar en los catálogos forteanos. De entre todos existe uno que constituye una verdadera extrañeza, y que conmocionó a la sociedad británica de 1885. Hablamos de las misteriosas huellas del “Demonio de Devonshire”.


El invierno de ese año fue especialmente duro, hasta el punto de que incluso la región norteña de Cornualles quedó completamente cubierta de nieve durante toda la estación. Y es precisamente en la nieve donde comenzó la extraña historia. En la mañana del 8 de febrero aparecieron impresas en la nieve, y a lo largo de todo Devonshire, una serie de inquietantes huellas que no correspondían con ningún animal conocido.


Las impresiones con forma de U tenían unos 10 cm de longitud por 7 cm de ancho, y resultaron ser mucho más extrañas de lo que muchos pudieron pensar en un primer momento. Además de presentar una nitidez sorprendente, posiblemente por la presión con la que quedaron grabadas, lo más extraño es que se encontraran distribuidas de una forma alineada, es decir una detrás de la otra como si el animal, criatura o lo que quiera que fuera aquello, fuera saltando continuamente sobre una sola pata, manteniendo siempre el mismo ritmo. Un ritmo constante tanto si subía o bajaba, como si caminaba por terrenos abruptos o llanos: las huellas siempre se encontraban a unos 20 cm una de la otra.


Uno de los primeros en verlas fue el panadero local Henry Pilke. Inmediatamente pensó que habían sido dejadas por algún pequeño asno o pony, pero al contemplarlas con más detenimiento, comprendió que tal teoría no era posible. Más atrevido fue el director de la escuela local Albert Brailford, quien reunió un pequeño grupo de personas para seguir la senda que dejaban las huellas. Después de caminar varias decenas de metros, los atónitos testigos no dieron crédito a sus ojos. La aureola de misterio de las marcas iba en aumento al comprobar que “el animal” era capaz de saltar muros de más de cuatro metros de altura, o incluso caminar por los tejados sin ningún tipo de problema. En algunos puntos, al encontrar muros de hasta seis metros, las huellas se detenían para aparecer en el otro lado del obstáculo, como si lo hubiera logrado atravesar, o sencillamente hubiera volado por encima del mismo para aparecer al otro lado.


A través de ríos


Las insólitas marcas se encontraron en Exmouth, Lympstone, Woodbury, Powderham, así como en varios pueblos más. En total unos 150 kilómetros. Incluso hubo lugares donde, pese a las condiciones del terreno, las huellas no parecieron detenerse. En zonas como el río Exe, las huellas llegaban hasta una orilla para luego aparecer en la opuesta, y todo ello pese a los casi tres kilómetros de anchura en algunos puntos del río.


La tensión fue creciendo a medida que avanzaba el día, y al atardecer la búsqueda se convirtió en una auténtica cacería de brujas. Los aldeanos, dada la forma de las huellas, buscaban a la mismísima encarnación del Diablo para acabar con sus andares por el pueblo. Pero como era de suponer no encontraron nada. Pronto comenzaron a surgir las primeras teorías, y más cuando los principales rotativos como el London Times o el Illustrated London News comenzaron a airear los sucesos ocho días después, el 16 de febrero.


Uno de los primeros en arriesgarse, fue el celebre paleontólogo Richard Owen, famoso por haber acuñado la palabra “dinosaurio”, quien proclamó que las huellas pertenecían a un grupo de tejones. Pero, ¿qué grupo de tejones es capaz de saltar muros de seis metros y recorrer 150 km en una sola noche? La hipótesis más aceptada por los lugareños fue la del pequeño asno, aunque no lograban comprender qué hacía un asno en los tejados de varias casas, aquellas en las que aparecieron las huellas, o por qué esa forma tan precisa, extraña y dificultosa manera de caminar, ¡sobre una sola pata!


A estas teorías se les fueron uniendo otras como las del globo aerostático arrastrando una cadena, un canguro escapado de algún zoológico, una gran avutarda, ranas, sapos, e incluso los andares de una liebre coja. Todas ellas se acababan desmoronando por sí solas con el tiempo, y tal y como sucede con muchos de los hechos forteanos, a día de hoy las misteriosas huellas aparecidas en Devonshire siguen sin una explicación que aclare el misterio.


Otros casos de huellas misteriosas


La discusión que suscitó la aparición de las huellas de Inglaterra, hizo que muchos investigadores sacaran a la luz otros casos de apariciones de huellas a lo largo de todo el globo terráqueo. Curiosamente, y en contra de la pauta común en criptozoología, se poseía la prueba antes que al propio críptido.


Durante las fechas en que se sucedieron los hechos en Devonshire, un corresponsal del Illustrated London News, rotativo que se ocupó de cubrir la historia de la localidad británica, recordó que pocas décadas antes, en concreto en 1840, encontraron huellas similares en una cordillera de Galicia. Incluso algunos escribieron al diarios alegando que el celebre explorador James Ross las encontró en la isla de Kerguelen, Francia, donde no existe ningún animal que tenga cascos en sus patas


En ese mismo año, en concreto el 14 de marzo, The Times señaló que cerca Glenorchy, Escocia, también aparecieron este tipo de huellas cubriendo varios kilómetros de distancia.


Poco a poco surgieron decenas de nuevas historias, entre ellas las más destacadas en Nueva Zelanda (1886), en las playas de Nueva Jersey, EEUU (1908), en Bélgica (1945), en las laderas del volcán Etna, Sicilia (1970), y aún más curioso, pero con bastante menos notoriedad, nuevamente en Devonshire en 1950. En ninguno de los casos señalados fue posible establecer el origen de las desconcertantes marcas.

El templo de Debod de Madrid, la ultima morada de Isis



Pocos conocen que en España se conserva uno de los templos egipcios más importantes salvados de las aguas de la presa de Aswan a finales de la década de los 60 del siglo XX. En el céntrico Parque del Cuartel de la Montaña en Madrid, muy cerca de Príncipe Pío, puede observarse esta magnífica pieza de la arquitectura tardía faraónica. Fue inaugurado el 20 de julio de 1972 por las autoridades españolas en su nueva ubicación, para la cual se acondicionó un terreno especial, conservando la orientación este-oeste original del edificio.


Lo que ha llegado hasta nuestros días del templo de Debod es en realidad una versión “corregida y aumentada” del santuario primitivo, fechado en época meroítica. Uno de los soberanos del reino de Meroe, situado antiguamente en el actual Sudán, que durante varios siglos se hizo con las riendas del Valle del Nilo, fue el primer constructor de Debod. Su nombre era Adikhalamani (Adijalamani). Quizá se trate del Tabirqo que aparece en las listas reales meroíticas y que gobernó el país de los faraones entre los años 200 y 185 a. C. Él fue el constructor de la pequeña capilla que sirvió de núcleo originario del templo actual.


Recientemente acondicionado para su visita, llevando a cabo las técnicas museísticas más modernas, el templo de Debod es un referente obligado para todos los aficionados a la historia y los misterios de la cultura faraónica. Por medio de maquetas, vídeos y proyecciones audiovisuales sobre las paredes del templo, el visitante puede acceder al verdadero significado de este espectacular y hasta hace pocos meses marginado edificio.


Centro de peregrinación


Emplazado originalmente a 10 kilómetros al sur de la moderna presa de Aswan, sobre la orilla oeste del Nilo, hace más de 2.000 años el templo de Debod era uno de los lugares de peregrinación más importantes de todo Egipto. Aunque originalmente los reyes meroíticos lo destinaron al culto del todopoderoso dios Amón, algunos de los Ptolomeos de los siglos II y I a. C. (en concreto Ptolomeo VI, VIII y XII) engrandecieron la estructura del templo y lo destinaron a los cultos de la diosa Isis, ritos que continuaron años después con las remodelaciones llevadas a cabo por los emperadores romanos Augusto (63 a. C.-14 d. C.) y Tiberio (42 a. C.-37 d. C.). Fueron precisamente estos dos soberanos romanos los que construyeron el antiguo embarcadero, hoy totalmente desaparecido, y la vía sagrada que unía el santuario con el río Nilo a través de dos muros paralelos


Según las investigaciones del Dr. Santiago Montero, de la Universidad Complutense de Madrid, el templo de Debod estaba directamente conectado con el de Isis en la isla de Filae. La tradición egipcia relata que fue precisamente en Debod en donde la diosa Isis sintió los dolores del parto de su futuro hijo Horus, el dios halcón, concebido como fruto de su relación con Osiris, el dios de la muerte.


Como es lógico, el templo ha cambiado mucho su aspecto exterior original si lo comparamos con el que tiene hoy en el madrileño Parque del Cuartel de la Montaña. Al igual que todos los santuarios antiguos, el templo de Debod estaba rodeado por un muro que delimitaba el recinto sagrado. Dentro de él había diferentes estancias hoy desaparecidas y que estaban destinadas a cubrir las necesidades de alojamiento y almacenamiento de enseres de los sacerdotes que allí vivían. Además, el templo contaba también con un lago sagrado, ubicado junto al extremo norte del recinto, en el que se llevaban a cabo todas las ceremonias destinadas a recrear el momento del origen del mundo a partir de las aguas del caos.


Un Debod insólito


Algo de especial debió de tener el templo de Debod cuando personajes de la talla de Augusto se acercaron hasta este inhóspito lugar del desierto nubio para honrar a otra de las grandes divinidades que se alojaban en el santuario. Me refiero a Mahesa, dios con cabeza de león y de origen nubio, identificado posteriormente con el dios Amón. Este detalle que nos puede resultar hoy habitual, que un emperador se acerque a realizar ofrendas a un templo de una de las provincias de su Imperio, resultaba atípico en la figura de Augusto. Según cuenta en su Vidas de los Césares el escritor latino Suetonio (Aug. 93), el propio Augusto se había negado a visitar el Serapeum de Menfis bajo “la excusa de que él adoraba dioses y no ganado”.


También el templo de Debod tiene su lugar especial para el divinizado Imhotep, visir del faraón Zoser de la III dinastía (2600 a. C.), de quien la tradición decía que había recibido todo su inmenso conocimiento mágico e iniciático por medio de un extraño libro caído del cielo (ver ENIGMAS, año VII nº11). Su imagen aparece grabada en los relieves del templo madrileño, confirmando así la importancia adquirida por esta figura en la época grecorromana.

Hace casi 2.000 años el templo de Debod, al igual que otros santuarios del antiguo Egipto, comenzaba su trabajo mágico-religioso con el inicio del año. El día 15 de junio, según nuestro calendario gregoriano y en la latitud de Menfis (29° 51' N, 31° 15' E), suponía el comienzo del nuevo año. Este momento que solía aproximarse a la aparición en el cielo del amanecer de la estrella Sirio, la Sothis de los griegos, era identificado por los antiguos sacerdotes egipcios como el aviso de la diosa Isis que anunciaba el principio de la inundación del Nilo. En esta fecha los sacerdotes de Debod subían en procesión la estatua de la divinidad a la capilla de Osiris. Esta habitación se encontraba en el techo del templo, la misma estancia en la que en la actualidad hoy podemos disfrutar de una magnífica maqueta que reconstruye el aspecto original del conjunto. El objetivo de esta procesión sagrada no era otro que el de cargar de energía para todo el resto del año la estatua, pieza que en realidad no era más que un simple soporte material utilizado por la esencia del dios para manifestarse.

Esta ceremonia, que también puede observarse en otros santuarios de Egipto, sigue siendo un auténtico misterio. Conservamos, por ejemplo, en algunos templos de época ptolemaica como el de Horus en Edfu o el de la diosa Hathor en Dendera, representaciones de las pomposas procesiones llevadas a cabo por los sacerdotes hasta la terraza del edificio, ascendiendo por estrechas escalinatas que iban a dar a una capilla osiríaca muy similar a la que podemos encontrar hoy en día en el madrileño templo de Debod.


¿El reloj cósmico?


Pero todavía existe un aspecto del templo de Debod que permanece sin una respuesta satisfactoria que colme todos los interrogantes que plantea. Es la extraña “rueda” que hay grabada sobre una de las paredes exteriores de la capilla de Adijalamani. El misterioso dibujo se encuentra en el muro exterior sur de esta antigua capilla, que hoy es la pared interior de un corredor ciego que se prolonga de forma paralela a la estrecha escalera que da acceso al piso superior. Su estado de conservación es ciertamente precario; además, la iluminación es bastante difícil de lograr, lo que supone que con frecuencia este pequeño tesoro pase desapercibido a los numerosos visitantes que a diario se acercan al templo de Debod.


El dibujo en sí está formado por un enorme círculo en cuyo interior puede verse otro de menor tamaño. Por su parte, los dos círculos están divididos en cuatro porciones iguales por el corte de dos ejes de coordenadas.


Hasta ahora nadie ha sabido discernir ni la fecha ni el significado de este misterioso dibujo. Hasta hace bien poco algunos especialistas lo habían identificado con un gnomon, un instrumento empleado por los antiguos griegos para medir las horas de la noche así como el paso de determinadas constelaciones. Si bien es cierto que este detalle cuadra perfectamente con la dinámica de trabajo que se seguía en cualquier templo egipcio, recientemente se ha propuesto una hipótesis quizá más desestabilizadora


En clave de número “pi”


La última explicación ha sido sugerida por la egiptóloga Teresa Bedman, del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Para Bedman la extraña figura geométrica que decora la pared exterior de la capilla de Adijalamani puede ser un mapa celeste compuesto de forma muy esquemática, muy parecido al existente en el techo de la capilla sur de Osiris, en el ya mencionado templo de Hathor, en Dendera.


La hipótesis de Bedman no es en absoluto descabellada. No olvidemos que esa misma pared se convirtió, con la ampliación del templo en época ptolemaica, en la pared norte de una estancia que muy posiblemente sirvió de biblioteca. Además se encuentra pegada a la escalera que llevaba a la capilla osiríaca de la terraza, circunstancia que refuerza aún más la idea de que nos encontremos ante una suerte de mapa celeste o zodíaco empleado por los sacerdotes durante sus observaciones nocturnas para seguir el devenir de algunas estrellas o constelaciones. Igualmente, el grabado también posee en la parte inferior de la pared una división en doce secciones iguales, formada por trazos equidistantes de 36 centímetros que, según Bedman, harían alusión a las doce horas del día y de la noche si hacemos caso a las creencias religiosas egipcias.


Pero lo más significativo de todo es que en palabras de la egiptóloga española “el diagrama también recuerda a la expresión geométrica del llamado triángulo de oro, especie de medida universal que debía recoger la unidad lineal del codo real, además de otras dimensiones tales como el número pi (š), probablemente presente en la base de la Gran Pirámide”.


Es cierto que es inevitable tener que viajar a Egipto para poder “tocar” de cerca todos y cada uno de sus misterios. Sin embargo, también es toda una suerte poder contar con nosotros con este magnífico regalo del Valle del Nilo, por desgracia prácticamente inédito y del que todavía queda mucho que decir.

martes, 17 de junio de 2008

La NASA recogió un Ovni que cayo en Argentina el año 1978




En 1978 gente de la NASA visitó el país y se llevó una nave extraterrestre. Así lo revela un investigador de accidentes de aviación de la Fuerza Aérea Argentina que presenció el hecho


Hace 25 años, en la tarde del sábado 6 de mayo de 1978, se estrelló un OVNI a 20 kilómetros de la población minera La Mamora, departamento de Tarija, en la ladera sur del cerro El Zaire (Argentina). El extraordinario fenómeno, poco divulgado por el sigilo con que se manejó la operación de rescate de la nave y su posterior traslado a una base secreta por científicos y oficiales de la Fuerza Aérea estadounidense, fue registrado y estudiado en profundidad por el investigador argentino Pedro Romaniuk, miembro (en retiro) de la Junta Investigadora de Accidentes de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina y autor del libro Argentina, tierra bendita (Platillos voladores sobre América).


El estudioso se ocupa del “caso La Mamora” en el capítulo segundo, subtitulado Cayó una nave extraterrestre, y da pruebas sustentadas en razonamientos científicos de que el objeto que se estrelló en las estribaciones del cerro El Zaire no era un meteorito, un satélite artificial o un proyectil balístico, sino una nave alienígena.


En la tarde del sábado 6 de mayo de 1978, alrededor de las 4.30, un artefacto metálico de forma cilíndrica, que arrojaba humo azulado por la parte posterior, pasó a poca altura a una velocidad de infarto, se impactó contra el cerro El Zaire y provocó un fortísimo temblor al Sur de Bolivia y en la frontera noroeste de la República Argentina. Pequeñas cabañas y otras construcciones mayores se sacudieron y en 60 a 70 kilómetros a la redonda estallaron los vidrios.


El intensísimo “relámpago o fogonazo”, como nunca antes se había visto, fue observado en un radio aproximado de 150 kilómetros. El cabo Natalio Farfán Ruiz, uno de los cientos de testigos del fenómeno, pensó que había llegado el fin del mundo: “Yo no sé lo que podría haber pasado si el OVNI llega a caer sobre las casas. ¿Se imagina? Aquí viven unos doscientos niños. Serían las cuatro y media de la tarde cuando un cilindro lleno de fuego pasó sobre mi cabeza; segundos más tarde se produjo una explosión que hizo temblar la tierra. Le juro que fue horrible, creí que se venía el fin del mundo, pero había que tener valor. Al fin y al cabo yo era la autoridad".


La terrorífica explosión sacudió cientos de kilómetros cuadrados de zona selvática, montañosa y poco poblada. A 250 kilómetros de distancia, las poblaciones argentinas de Orán, Tartagal, Aguas Blancas y Colonia Santa Rosa percibieron con nitidez la potente explosión y el sacudón sísmico y, a mayor distancia, vieron la intensa luz.


Pero dentro de los 150 kilómetros y a pesar de ser aún de día, la luz adquirió la magnitud de un vívido fogonazo que encegueció por unos momentos a muchas personas. El objeto se precipitó desde el espacio –dotado de una extraña y descomunal fuerza– y se estrelló en las estribaciones del cerro El Zaire, a unos 20 kilómetros de la población minera La Mamora, habitada por unas 800 personas, entre campesinos, mineros y comerciantes


En otro cerro denominado El Cabildo, a escasos 30 kilómetros del sector del siniestro, se encontraban efectuando trabajos de prospección tres ingenieros del Banco Minero Boliviano, con sede en La Paz, acompañados por Juan Hurtado, agente del Servicio de Inteligencia de la frontera. Los profesionales y el agente, considerados fuentes fiables, fueron testigos del fenómeno y luego declararon en forma terminante: “Todos quedamos inmóviles y aterrorizados ante la presencia de un artefacto metálico muy extraño que pasó silbando sobre nuestras cabezas, a escasos noventa metros de altura. De conformación cilíndrica, sumamente brillante, y de unos cuatro metros de diámetro y más alto que ancho, terminaba en forma cónica. Siguió su trayectoria mientras despedía humo azulado por su parte posterior, en forma perfectamente visible y clara, hasta chocar violentamente contra la ladera de El Zaire. El fogonazo y la explosión fueron tan tremendos que nos hicieron arrojar al suelo, y en ese momento tembló toda la tierra”.


Los eventos de ese apocalíptico sábado, cuando parecía que había comenzado el último día del planeta Tierra, generaron un cúmulo de testimonios contundentes de personas de todos los estratos sociales. El gendarme V. Ortega dijo que vio un gigantesco artefacto brillante que más tarde, al estrellarse, produjo una gran explosión que conmovió a la tierra. La maestra enfermera Teresa Eyerbe, que realizaba sus tareas habituales, declaró: “Mientras me hallaba vacunando a un grupo de niños en el Club de Madres de La Mamora, una terrorífica explosión con una gran luminosidad sacudió el edificio”. Los niños lloraban y gritaban despavoridos agrupados tras la maestra, mientras evacuaban al exterior a todos los que fueron sorprendidos adentro.


Durante el programa nocturno Mónica Presenta, emitido por Canal 13 de televisión, donde se proyectaron durante varios días filmaciones efectuadas en el lugar de los hechos, un alto jefe de la Fuerza Aérea Boliviana manifestó de forma categórica que no se trataba de un satélite artificial, información que luego fue confirmada por voceros de la embajada norteamericana en Bolivia y científicos que concurrieron a la zona.


Se consideró, con las evidencias recogidas hasta el momento y los testimonios de los estupefactos pobladores de la zona, que el objeto era una nave fabricada por seres inteligentes de otros mundos del universo.


El ingeniero Vélez Orozco, que se hallaba realizando tareas para una empresa privada de Tarija, dijo: “La explosión fue mayor que la que produjo un meteorito que cayó el año pasado en la misma región, pero luego de haberse pulverizado en la atmósfera. Mientras que éste era un extraño objeto cilíndrico y metálico de unos cuatro metros de diámetro y forma cónica en su parte delantera”.


La zona selvática de las primeras estribaciones del cerro El Zaire fue declarada zona de “emergencia militar” por las autoridades de Bolivia y se impidió el acceso a los periodistas y particulares. El operador de la Oficina Nacional de Tarija, Mario Puca, informó que desde el día de la explosión todas las comunicaciones tenían interferencias.


Un dato importante y revelador lo proporcionaron varios testigos que dijeron haber observado en dos oportunidades a un segundo objeto efectuar un pasaje sobre el cerro luego del impacto y hacer un seguimiento de cerca al artefacto caído. El doctor Orlando Bravo, jefe de la comisión de científicos designada por el gobierno de Bolivia, perteneciente a la Facultad de Ciencias Puras de la Universidad Juan Misael Saracho del departamento de Tarija, secundado por el geólogo Américo Zenteno, declaró (en una emisión que se escuchó hasta en Misiones) a través de la red de radioaficionados que "había sobrevolado el lugar minuciosamente, observando un cilindro sumamente brillante y metálico en el fondo de la espesa vegetación selvática. Toda la zona presentaba un aspecto desolador y tétrico donde probablemente había radioactividad, por lo cual se tomaban medidas de seguridad”.


El señor Walter Ruiz, jefe de Telecomunicaciones de la zona de La Mamora y receptor de todas las informaciones oficiales, manifestó: "El impacto causó pánico. El gobierno dispuso el envío de tres aviones para ayudar a la búsqueda. La zona fue declarada de emergencia, por temor a que el artefacto despidiera radiaciones como el satélite ruso que cayó en Canadá. Yo no sé qué será, pero les aseguro que es algo grande y que la explosión fue tremenda, tanto que hizo temblar el poblado y trastabillar a la gentes”.


El Grupo Aéreo de Cobertura Militar, con asiento en la base de Tarija, destacó varios aviones, a los que más tarde se agregó un helicóptero, al lugar del impacto. La operación estaba a cargo del teniente coronel Julio Molina Suárez.


Cuando el teniente Osvaldo Prado localizó el punto exacto de la colisión, se fotografió el inusitado y tremendo desmoronamiento en la ladera Sur del cerro El Zaire, donde un enorme hoyo de unos 300/400 metros, con 400/500 de ancho y más o menos 1.500 de largo, quedaba como vestigio indudable del fenómeno. Las rocas graníticas y demás minerales habían desaparecido.


Varios periódicos (Clarín y El Tribuno, y otros de Bolivia) anunciaron el 13 de mayo de 1978: “Un objeto metálico, ovoide, de 3,5 a 4 metros de diámetro, fue avistado en las estribaciones del cerro El Zaire", planteándose una incógnita que ha trascendido en forma sensacional al mundo entero: ¿se trata de un satélite artificial, de un meteorito o de un OVNI?.


Periodistas del diario El Tribuno de esta ciudad (Salta, Argentina), describieron al objeto como acerado, y advirtieron que la estructura presenta deformaciones, probablemente como resultado del impacto al precipitarse desde la altura. "Está en una hondonada donde hay una espesísima vegetación. Pero refleja el sol".


Clarín, el 14 de mayo, agregó que el área del fenómeno había sido declarada zona militar y nadie podía ingresar. El 14 de mayo, trasladado con urgencia desde Estados Unidos para determinar la naturaleza de la extraña nave aérea, llegó el primero de los ingenieros de la NASA. La identidad del científico oficial, que en todo momento estuvo acompañado por funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia, se rodeó del más absoluto hermetismo.


Como el día 14 no pudo efectuar investigación alguna debido a las malas condiciones meteorológicas, el 15 de mayo se embarcó en el aeropuerto de Tarija en un helicóptero rumbo al lugar de la emergencia, distante a 147 kilómetros y a una hora de vuelo. No fue posible en ningún momento entrevistarlo ni fotografiarlo y por razones de estricta seguridad se prohibió, hasta que no regresara a los Estados Unidos, la difusión de toda la información sobre el objeto: identificación, procedencia y finalidad.


El 18 de mayo, alrededor de las 14.30 hora local, llegaron en un enorme avión turbohélice de la U.S.A.F. a la base aérea de Tarija, además de la tripulación, el coronel W. Simmons y el mayor John Heide, pilotos norteamericanos, que fueron recibidos por el comandante de la base, el coronel Jorge Molina, con el que mantuvieron, en el mismo aeropuerto, conversaciones en relación al artefacto aéreo caído. Luego abordaron el mismo avión, levantaron vuelo, se dirigieron hacia el cerro El Zaire, sobrevolaron el lugar y retornaron a la base de Tarija.


Al día siguiente, una comisión científica procedente del lugar donde cayó la nave, trajo hasta Tarija varias cajas y un enorme bulto envuelto y pesado, que fue levantado por cinco hombres. Utilizando un jeep se trasladó el material secreto hasta las entrañas del avión turbohélice americano de la U.S.A.F., que luego del embarque del coronel Simmons y el mayor Heide, levantó vuelo y no regresó nunca más.


El 20 de mayo de 1978 se suspendió oficialmente la búsqueda del objeto, a tan sólo ocho días del evento que conmocionó a la comunidad científica del mundo entero. Romaniuk, el estudioso del caso, afirma en su prolijo informe sobre el fenómeno que el objeto fue localizado en la ladera sud del cerro El Zaire, extraído por un helicóptero, trasladado al aeropuerto, embarcado en el avión de cuatro hélices y llevado a un laboratorio espacial secreto de los Estados Unidos. Desde ese momento la operación nunca tuvo lugar, no pasó nada en el cerro El Zaire y nadie sabe nada.




Fuente: DIARIO EL DENVER DE BOLIVIA (www.boliviahoy.com)

domingo, 15 de junio de 2008

LA ATLÁNTIDA

Hoy una de las incognitas más conocidaspor la humanidad la ciudad peridad de "La Atlántida"


LA ATLANTIDA:





La búsqueda de la Atlántida ha constituido, y continúa siendo, un enorme desafío. Los supervivientes de este mítico continente han dejado huellas por todo el planeta. ¿Pero, qué sabemos con certeza sobre su historia y sociedad?. ¿Y sobre su arquitectura y ciencia?. ¿Es posible precisar dónde se encontraba, por qué desapareció y qué tipo de civilización poseía?


Cuando Platón describió la existencia de la Atlántida en sus diálogos Timeo y Critias, algunos autores clásicos, coetáneos de filósofo, comenzaron a interesarse por el mítico continente. Plutarco, Estrabón, Plinio el Viejo y Diodoro de Sicilia, entre otros, tratan este asunto en algunos de sus escritos.
Desde entonces, se han planteado infinidad de hipótesis para demostrar la existencia de un continente, que con el paso del tiempo, ha llegado a convertirse en arquetipo de una civilización ideal. La Atlántida siempre resuena en nuestros oídos como un viaje épico hacia el descubrimiento de nuestros orígenes. Su nombre continúa estimulando nuestra imaginación.


La Atlántida está a nuestro alrededor, como ha sugerido el escritor inglés John Michell. No se trata de un mero recurso retórico. La presencia de numerosos restos arqueológicos y megalíticos ciclópeos en muchas zonas de la Tierra, levantados con orientaciones astronómicas muy precisas, supuestamente anteriores a la Edad de Piedra, sugieren que una civilización de grandes astrónomos e ingenieros precedió a la prehistoria humana.

¿Fueron erigidos por quienes sobrevivieron a un gran cataclismo o por sus descendientes?



CIVILIZACIÓN MARÍTIMA





A diferencia de otras civilizaciones extinguidas bien documentadas, como la Maya, la Micénica o la Babilónica, sobre las que se ha podido reconstruir un lenguaje común, precisar lugares geográficos y trazar contactos específicos con culturas contemporáneas, en el caso de la Atlántida esto no ha sido posible. Así y todo, hay innumerables hebras deshilachadas que parecen proceder de una misma madeja, por muy enmarañada que esté. ¿Qué pensar, por ejemplo, de los mitos universales que preservaron el remoto conocimiento de la precesión de los equinoccios, un fenómeno astronómico supuestamente descubierto por Hiparco en el 127 a.C.?.





El hecho de que este ciclo se complete cada 26.000 años sugiere que los humanos habrían estado observando el cielo sistemáticamente durante milenios, según expusieron con todo detalle Giorgio de Santillana y Hertha Von Dechend.
Los mapas preservados por marinos como Piri Reis , con la Antártica cartografiada sin hielo hace males de años, confirman también que un conocimiento semejante sólo podía haber sido acumulado por una civilización marítima anterior a los cambios de nivel sufridos por el mar a finales de la última edad glaciar, hace unos 11.500 años.


Muchos consideran que la Atlántida fue una fantasía elaborada por Platón, en sus diálogos Critias y Timeo, pero eso no ha impedido su búsqueda por parte de numerosos historiadores, eruditos, geólogos, submarinistas, paleontólogos y arqueólogos, sin olvidar a los visionarios ocultistas y dotados psíquicos. La historia que estos últimos nos han contado es sin duda más fascinante que la ofrecida por arqueólogos y exploradores. Con fragmentos reunidos por unos y otros, la investigadora norteamericana Shirley Andrews, intentó esa reconstrucción en su obra "Atlantis, Insights from a Lost Civilization" (Llewellyn, 1997).

En esta visión, la Atlántida se despliega ante nuestros ojos como un mundo muy parecido al nuestro en algunos aspectos.





HALLAZGOS INEXPLICABLES





Pese a sus errores, los psíquicos informan con frecuencia sobre sucesos a los que no tienen acceso los historiadores, ya que se apoyan en vías de información que no están limitadas por el tiempo ni por el espacio. Por otra parte, el material Canalizado, encaja con algunas de las fuentes tradicionales relativas a la civilización Atlante. Aunque ellos lo nieguen.
¿Basaron sus relatos en las fuentes escritas conocidas? ¿Acaso se influyeron unos a otros a través de la percepción extrasensorial, como ha sugerido el investigador psíquico Alan Vaughan? Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) sobre el mundo Atlante, supuestamente obtenidos a partir del estudio de las tradiciones ocultistas orientales y mediante comunicaciones con otros planos, influyeron poderosamente a toda la corte de videntes posteriores. Algunas de sus propuestas resultaban absurdas y descabelladas en su época, pero un siglo después han recobrado vigor. Por ejemplo, la de que seres inteligentes anteriores al hombre coexistieron con los dinosaurios parece cada vez más plausible a la vista de los inexplicables hallazgos de huellas y fósiles humanoides, correspondientes a aquella época, en diversas zonas del planeta.

Por ejemplo, el doctor C. N. Dougherty descubrió en 1971 en el Valle de los Gigantes (Texas) numerosas huellas de Saurios de diversas especies, junto a otras de pies humanos de gran tamaño, en el mismo estrato geológico. Éste y otros descubrimientos semejantes parecerían dar la razón a Blavatsky, a los Vedas y a otras muchas antiguas tradiciones.


El mapa de la antigüedad de la Tierra y el esquema de la evolución humana mediante diversas Razas Raíz, divididas en Subrazas, trazados por esta ocultista, resultan más que discutibles. Pero, a medida que van aflorando fósiles humanos, cada vez de mayor antigüedad, parecen ir confirmándose algunos de sus datos.
Es preciso señalar, no obstante, que las Razas Raíces de Blavatsky, no se corresponden con nuestro concepto habitual de raza, ni siquiera con el de humanidad, ya que la primera sólo habría existido en el plano astral.


La segunda o hiperbórea, se acercaba más a los hombres actuales, pero estaba muy vinculada con el plano etéreo; y habitaba el norte de Asia y parte del Ártico. En tercer lugar estaban los habitantes de Lemuria, desaparecida en el Pacífico. La humanidad actual sería la quinta raza, mientras que la cuarta correspondería a los Atlantes: eran bastante altos, estaban divididos en dos sexos y su avanzada civilización habría dado origen a las conocidas por nosotros. Sin embargo, al igual que Lemuria, su sociedad fue destruida por diversos cataclismos.

Según los teósofos, las razas sexta y séptima que nos seguirán serán de nuevo más etéreas.








MANUSCRITOS TIBETANOS





¿Cómo obtuvo Blavatsky esta información? Según ella, lo hacía accediendo a los registros Akásicos, mientras entraba en trance y consultaba antiguos manuscritos tibetanos, o bien recibía los dictados de sus guías espirituales, los Mahatmas. En su obra fundamental, "La Doctrina Secreta", recogía extractos de uno de esos manuscritos, Las Estancias de Dzyan (Ed. Sirio), que Blavatsky afirmaba haber visto en un monasterio de los Himalayas. Un discípulo suyo, W. Scott Elliot, también recopiló mucha información por esa vía.

En su libro, "Historia de la Atlántida" (1896), ofrecía fechas concretas de los diversos cataclismos que la destruyeron y aseguraba que había ocupado la mayor parte del actual océano Atlántico. Su cronología geológica resultaba ser absolutamente inviable, pero algunas de sus propuestas merecen consideración. Según él, la Atlántida se extendía desde la actual Groenlandia hasta la mitad de la actual Sudamérica y durante su larga existencia estuvo habitada por Subrazas (Así llamadas para distinguirlas de las siete razas raíces, a su vez divididas en siete). Los Lemurianos habrían medido más de 3,5 metros de estatura y algunos de sus descendientes pervivirían en algunas zonas del planeta, como Africa y Australia.

Según esta fuente, los Atlantes evolucionaron a partir de los Lemurianos. Entre sus Subrazas se contaban los primeros Sernitas y mongoles, pero la principal Subraza regente de la Atlántida habría sido la Tolteca, que conquistó el continente. Antes de la destrucción final, un grupo de iniciados Toltecas emigró a América y Egipto. John A. West demostró que la erosión sufrida por la Esfinge de Giza, no se debía al viento del desierto, sino a la acción de la lluvia. Tal hallazgo suponía datar la Esfinge en al menos 9.500 de antigüedad, en vez de 4.500 como se creía. Una obra de tal magnitud sólo pudo haberse construido con unos conocimientos arquitectónicos, astronómicos y matemáticos de una cultura muy anterior a la Egipcia. Algo semejante podría decirse de la arquitectura de Tiahuanaco, construida supuestamente por los toltecas que emigraron a América. Pero la cuestión de las razas Atlantes, propuestas por los Teósofos no termina aquí. El ariosofista Jörg Lanz Von Liebenfels (1874-1954), uno de los que mayor influencia parece haber ejercido en la primitiva ideología del Nacional Socialismo Alemán, compartía las creencias de los Teósofos sobre Lemuria y la Atlántida, pero fue más allá que ellos en relación con las razas y Subrazas Atlantes. Von Liebenfels comenzó comparando favorablemente la antropogénesis ocultista de Blavatsky, con los hallazgos de la paleontología contemporánea. No tardó en afirmar que había descubierto la fuente de todo el mal en el mundo y el significado auténtico de las Escrituras, incluidas las ocultistas, como Las Estancias de Dzyan. El resto vino por añadidura. Según él, la octava estancia se refería a cómo los primeros Lemurianos ANDRÓGINOS, se dividieron en dos sexos y atrajeron el castigo Divino al engendrar monstruos con otras especies, atractivas pero inferiores: Tomaron animales hembras muy bellos, pero descendientes de otros que no tenían ni alma ni inteligencia.
Engendraron monstruos, demonios malvados. Según Von Liebenfels, la cuarta raza raíz Atlante, se había dividido en diversas subespecies puras y bestiales, correspondiéndose éstas con los primeros antropoides y los monos antropomórficos: El error fatal de los descendientes de los antropoides (Hombres Dioses), la quinta raza raíz de los Arios Homosapiens, habría sido mezclarse repetidamente con los descendientes de los monos (Hombres Animales).
En relación con esto último, el investigador Nicholas Goodrick Clarke, señala en "Las raíces ocultas del Nazismo" que la consecuencia fue la creación de varias razas mixtas, que según el protonazi Liebenfels, amenazaban la autoridad sagrada de los Arios, en todo el mundo. Las raíces de la eugenesia Nazi, se encuentran aquí, e ideas similares han persistido entre aquellos visionarios de la Atlántida, que se han atrevido a hablar de sexo.

La canalizadora Ingrid Bennett, lo ha hecho. Gracias a la ayuda de sus guías y ayudantes espirituales, entre ellos Nube Blanca y Águila Blanca, esta Sanadora y Médium Holandesa, afincada en Nueva Zelanda, desde niña ha canalizado muchísima información sobre su pasada vida en la Atlántida como Guardiana del Cristal. En sus informes ofrece datos sobre la vida íntima de los Atlantes: Las relaciones sexuales eran muy activas y los mantenían sanos. El sexo era tan importante, como el comer y el dormir. Algunos tenían relaciones con animales o con seres mitad humanos mitad animales, como los centauros. La perversión de las costumbres en la última etapa Atlante, no se limitó sólo a la práctica del bestialismo, sino también a la de la magia. Ésta terminó por minar su sociedad, según asegura, entre otros muchos, Daphine Vigers en "Atlantis Rising" (1952): hace unos 10.000 años, los egoístas dirigentes de la Atlántida perdieron interés en el progreso científico y su respeto por el antiguo conocimiento desapareció. A medida que éstos dedicaban sus energías a peligrosas prácticas ocultas, la magia negra reemplazó gradualmente a la Religión.
Diversos autores han afirmado que la causa del desastre final, se debió precisamente a la práctica de la magia, pero otros lo han atribuido a su avanzada tecnología, la cual les habría permitido manejar poderosas energías cosmotelúricas, que acabaron escapando a su control y provocaron un gran desequilibrio en la Naturaleza.

Según Scott Elliot, la tercera raza Atlante, los Toltecas, eran gigantes. Medían 2,5 metros y vivían en la fabulosa Ciudad de las Puertas Doradas, una gran urbe circular con canales, la misma que el sacerdote Egipcio Solón, describió a Platón. Era muy similar a la Khorsabad amurallada del Rey Sargón II, en Sumeria, que estaba enterrada bajo las arenas en tiempos del filósofo griego. También se parecía a la capital de los Aztecas en México y a la de los Incas en Perú, que Platón desconocía.

Era, según la descripción de este último, una ciudad circular con palacios, puertos y dársenas.


Los recintos de tierra estaban amurallados y recubiertos de metales: el primero de bronce a modo de barniz, el segundo de estaño y la acrópolis de Oricalco, un metal hoy desconocido que relumbraba como el fuego.
Esta ciudad tenía también numerosos templos dedicados a diversas deidades, muchos jardines, piscinas al aire libre, gimnasios, cuarteles y un hipódromo gigantesco cuyo circuito, de un estadio de largo, discurría en círculos concéntricos. La parte de la Atlántida que daba al mar se describe como llena de acantilados, pero en la ciudad central había una campiña rodeada de montañas.


Este edificio ha sido descrito con bastante detalle por el visionario F. S. Oliver, en su obra "Caminante entre dos mundos" (1952): tenía forma piramidal y en su interior había grandes cristales colgando del techo que creaban un efecto de luz especial. Una plataforma elevada de granito rojo ocupaba el centro del templo y poseía un gran bloque de cuarzo cuyos destellos no dañaban la vista, pero producían un fuego útil para las cremaciones y sacrificios. Excepto por la citada ciudad, los Atlantes no solían construir grandes urbes debido a su impacto medioambiental. Según expone Murry Hope en su obra "Practical Atlantean Magic" (1991), sus comunidades eran pequeñas y las casas construidas hace unos 12.000 años eran circulares. El psíquico Dale Walker, por su parte, indica que construyeron grandes torres como faros cerca del mar... Templos de gran belleza llenaban la Tierra. En ellos, la combinación de luz, color, sonido, magnetismo y energías de pensamiento se canalizaban mediante cristales para hacer maravillas en el campo de la Sanación. Este no es el único dato que aporta Walker sobre la forma en que los Atlantes ejercían la medicina.

Sus informes van mucho más allá: cuando era preciso, los sacerdotes Sanadores conectaban con las mentes de los pacientes para conseguir que las células del cuerpo se separaran, dejando al descubierto el órgano enfermo. Las células a su alrededor se soltaban y forzaban al órgano hacia la superficie del cuerpo, donde el Sanador lo tomaba y lo introducía en una cámara de rejuvenecimiento. Las células rejuvenecían solas... No había dolor ni sangre ni traumas. Esta información no es la única capaz de despertar escepticismo respecto a lo que nos cuentan sobre la civilización Atlante.

Sin embargo, existen otras aportaciones mucho más interesantes, como la de Cayce, el vidente que nos ha dejado el mayor legado psíquico sobre la Atlántida.








RAYOS SUPER-CÓSMICOS





Edgar Cayce no sólo propuso una interesante cronología en relación con los cataclismos Atlantes, mucho más cercana a la posible realidad que la de Scott Elbot, sino que informó ampliamente sobre el avance técnico de nuestros ancestros. Nos habló, por ejemplo, del poder de los cristales y de rayos super cósmicos. ¿Tecnología avanzada como la nuestra? Si las catástrofes geológicas a las que se refería Cayce, ya suponían un gran desafío para las nociones científicas de su época, mucho más lo era describir las fuentes energéticas que activaban los barcos, submarinos y aviones de la civilización Atlante. Sin embargo, no pareció equivocarse demasiado. Los hombres con características anatómicas modernas ya estaban dispersos por el planeta hace unos 50.000 años, fecha próxima a la que indicó Cayce para la primera destrucción de la Atlántida.


Las demás, en las que Cayce sitúa los cataclismos posteriores, concuerdan con las de los geólogos sobre las inversiones de los polos magnéticos, cambios climáticos, terremotos, períodos de actividad volcánica y extinciones, de forma que sus visiones que anticiparon muchos de éstos y de otros descubrimientos científicos, no parecen puramente imaginarias.
Sus relatos sobre la utilización de alta tecnología, especialmente referida a cristales, resultaban hace tiempo más difíciles de aceptar, sobre todo cuando se refiere a ellos como acumuladores de información y energía para su uso posterior, pero hoy ya no resultan tan absurdos.





En la misma línea de Cayce, el psíquico Dale Walker, ha indicado que los cristales se utilizaban para convertir la energía solar en electricidad... Su increíble poder y esplendor fue posible gracias a la ciencia de los cristales. El descubrimiento del uso de los cristales para controlar la increíble reacción energética entre materia y antimateria, dio lugar a los vuelos espaciales. Más detallado aún es el relato ofrecido por el psíquico Michael Gary Smith, según el cual éstos disponían de pantallas mágicas, en las que podían ver cuanto sucedía en cualquier punto de la Tierra. Asimismo poseían bolas de luz que se encendían y apagaban con un simple movimiento de la mano. Otro de los maravillosos inventos de esta civilización era un carro sin caballos que lanzaba un rayo de fuego, blanco por delante y rojo por detrás. Esta civilización creció hasta tal punto que disponían de barcos para llegar a casi cualquier punto de la tierra. Tampoco hay que olvidar los mágicos pájaros de plata donde la gente viajaba a través del cielo, a velocidades altísimas. Y más aún, existen indicios de que en la Atlántida había naves espaciales capaces de abandonar la atmósfera terrestre y llegar a la Luna y a otros planetas. Otro campo de la ciencia de la antigua Atlántida, era la posibilidad de crear seres humanos iguales a nosotros y el uso de máquinas mentales subatómicas.
Una tecnología tan puntera tenía que ir inevitablemente acompañada de una medicina muy avanzada. Según él, tenían un pequeño instrumento que cabía en la palma de la mano del paciente y consistía en un cristal con una capucha de cobre en cada extremo: El médico podía leer el color del aura o del campo biomagnético del paciente mediante este cristal y diagnosticar la dolencia, explica Smith.








DESTINOS PARALELOS





En este sentido, los informes de J. Z. Knight, convertida en canal del espíritu Atlante Ramtha, son muy elocuentes:
Los Atlantes sabían como transformar la luz en energía pura mediante láser. Incluso tenían naves espaciales que funcionaban con luz, una ciencia que obtuvieron gracias a la intercomunicación con entidades de otros sistemas estelares... En sus experimentos con la luz, perforaron la capa de nubes que entonces rodeaba a vuestro planeta, como la que hoy circunda a Venus. Al perforarla, se produjeron grandes diluvios, quedando Lemuria y el norte de la Atlántida bajo un gran océano de hielo.
Nuestros científicos trabajan hoy con energía nuclear, con partículas subatómicas y rayos láser. Hemos desarrollado máquinas a imagen de nuestro cerebro, desvelado los secretos de la genética y viajado a otros planetas... pero estamos destruyendo nuestro hábitat natural. Quizá la intención, inconsciente o no, de quienes nos hablan sobre la Atlántida y las causas que provocaron su destrucción, sea la de avisarnos del peligro de que a nuestra civilización le suceda lo mismo, por efecto del uso de la Ciencia sin el sentimiento del AMOR.

viernes, 13 de junio de 2008

Anatoli Onoprienko, "La Bestia de Zhitomir"



Hoy un psicokiller, el asesino de Zhitomir, conocido como " la Bestia de Zhitomir"



El lunes 23 de noviembre de 1998, se iniciaba en la ciudad de Zhitomir (ex Unión Soviética), el juicio de un ucraniano acusado de haber asesinado a 52 personas, ante la celosa mirada de un público enloquecido que reclamaba la cabeza del acusado. Su calma contrastaba con la emoción de todos los presentes en la sala, en su mayoría jóvenes. Después de confesar en una declaración entregada a la prensa por su abogado antes de la apertura del juicio, que no se arrepentía de ninguno de los crímenes que había cometido, Anatoli Onoprienko respondía dócilmente a las preguntas del juez; reconoció haber asesinado a 42 adultos y 10 niños, entre 1989 y 1996.

La parte acusadora ha pedido la pena de muerte, cuyo mantenimiento apoyan tres de cada cuatro ucranianos, según las encuestas, pero el verdadero problema en este complicado juicio, es impedir que el público linche al acusado. Complicado por su envergadura y duración (más de 400 testigos y por lo menos tres meses de declaraciones por delante), por sus gastos, pero también por la tensión que se respira entre los familiares de las víctimas, obligados a pasar cada día por un arco detector de metales, algo no tan corriente en ese país, mientras el acusado, encerrado en una jaula metálica, está prudentemente separado de la ira del público...

Las autoridades le describen como el asesino más terrible de la historia en Ucrania y de la antigua Unión Soviética, mientras que las familias de las numerosas víctimas lo califican de "animal", "ser monstruoso" y "bestia demoníaca".


Los hechos se producían entre octubre de 1995 y marzo de 1996. En aquellos seis meses, la región de Zhitomir vivió aterrorizada por una serie de 43 asesinatos que Onoprienko había ido sembrando. La Nochebuena de 1995 se produjo el ataque a la aislada vivienda de la familia Zaichenko. El padre, la madre y dos niños muertos y la casa incendiada para no dejar huellas fue el precio de un absurdo botín formado por un par de alianzas, un crucifijo de oro con cadena y dos pares de pendientes.
"No hay mejor asesino en el mundo que yo. No me arrepiento de nada, y, si pudiera, sin duda volvería a hacerlo...".
Seis días después, la escena se repetía con otra familia de cuatro miembros. Víctimas de Onoprienko aparecieron también durante aquellos seis meses en las regiones de Odesa, Lvov y Dniepropetrovsk.
Estas matanzas incitaron a la segunda investigación delictiva más grande y complicada en la historia ucraniana (la primera había sido la de su compatriota Chikatilo). El gobierno ucraniano envió una buena parte de la Guardia Nacional con la misión de velar por la seguridad de los ciudadanos y, como si el despliegue de una división militar entera para combatir a un solo asesino no fuera bastante, más de 2000 investigadores de las policías federal y local.Los policías empezaron a buscar a un personaje itinerante y elaboraron una lista en la que figuraba un hombre que viajaba frecuentemente por el sudoeste de Ucrania para visitar a su novia.
Con la policía tras su pista, Onoprienko puso tierra de por medio en 1989 y abandonó el país ilegalmente para recorrer Austria, Francia, Grecia y Alemania, en dónde estaría seis meses arrestado por robo y luego sería expulsado.


De regreso a Ucrania sumó a los nueve otros 43 asesinatos, y poco después, ante las pruebas encontradas por los agentes en los apartamentos de su novia y su hermano (una pistola robada y 122 objetos pertenecientes a las víctimas), hallaron una razón para arrestarlo. Cuando la policía le pidió los documentos en la puerta de su casa, Onoprienko no les quiso facilitar la tarea, e hizo un esfuerzo vano por conseguir un arma y defenderse. Cuando los policías por fin lo detuvieron, Onoprienko se sentó silenciosamente cruzando los brazos y les dijo sonriendo: "Yo hablaré con un general, pero no con ustedes". Aun así, no le quedó más remedio que confesar sus crímenes y dejar que aquellos le arrestasen.
En su declaración al juez, aparecerían otros nueve cadáveres cosechados a partir de 1989 en compañía de un cómplice, Sergei Rogozin, (quien también comparecería en el juicio).
Anatoli Onoprienko siguió los pasos del legendario Andrei Chikatilo. Ambos mataron al mismo número de víctimas, pero son muy diferentes. Chikatilo, ejecutado en 1994, era un maniaco sexual. Sólo mataba mujeres y niños, cuyos cuerpos violaba y mutilaba. A veces se comía las vísceras. Nada de esto aparece en el expediente de Onoprienko, un ladrón que mataba para robar, con inusitada brutalidad y ligereza, pero sin las escenas del maniaco sexual. Onoprienko supera a Chikatilo por el corto periodo en que realizó su matanza: seis meses frente a doce años.
Cuando ejecutaba a sus víctimas, el asesino seguía un mismo ritual: elegía casas aisladas, mataba a los hombres con un arma de fuego y a las mujeres y a los niños con un cuchillo, un hacha o un martillo. No perdonaba a nadie, después de sus asesinatos cortaba los dedos de sus víctimas para sacarles los anillos, o a veces quemaba las casas. Incluso mató en su cuna a un bebé de tres meses, asfixiándolo con una almohada.Onoprienko, de 39 años, estatura media, aspecto de deportista, racional, educado, elocuente, dotado de una excelente memoria y desprovisto de piedad. Soltero, padre de un niño, reconoció haber tenido una infancia muy difícil: su madre había muerto cuando él tenía 4 años, y su padre y su hermano mayor lo habían abandonado en un orfanato. De adulto, para ganarse la vida, se había embarcado como marino y había sido bombero en la ciudad de Dneprorudnoye (dónde su ficha laboral le describe como un hombre "duro, pero justo"). Luego había emigrado al extranjero para trabajar de obrero durante ese tiempo, pero confesó que su fuente primaria de ingreso era criminal: los robos y asaltos.
El peritaje médico lo ha calificado como perfectamente cuerdo que puede y debe asumir las consecuencias de sus actos. El mismo se define como un "ladrón" que mataba para robar: "Mataba para eliminar a todos los testigos de mis robos"


Por este motivo puede ser condenado a la pena capital por crímenes premeditados con circunstancias agravantes. El presidente ucraniano, Leonid Kuchma, dijo que dará explicaciones al Consejo de Europa para violar en este caso la moratoria de ejecución de la pena de muerte que su país mantiene desde marzo de 1997. Gracias al convenio con el Consejo de Europa, 81 penas de muerte dictadas últimamente en Ucrania no se han ejecutado. La declaración del presidente Kuchma anuncia que se va a hacer una excepción con Onoprienko.En un momento determinado de la investigación, el acusado afirmó que oía una serie de voces en su cabeza de unos "dioses extraterrestres" que lo habían escogido por considerarlo "de nivel superior" y le habían ordenado llevar a cabo los crímenes. También aseguró que poseía poderes hipnóticos y que podía comunicarse con los animales a través de la telepatía, además de poder detener el corazón con la mente a través de unos ejercicios de yoga.
Tras ser detenido trato de fingir locura, pero los psiquiatras afirmaron que está cuerdo.
¿Enfermo mental o maniaco homicida? lo primero podría declararlo imputable, y lo segundo, condenarlo a la pena capital... el juicio, actualmente en curso, parece seriamente complicado.Los psiquiatras, sin embargo, han diagnosticado que el hombre está perfectamente "cuerdo" y la mayoría quiere que pague por los homicidios. El mismo Onoprienko resumía así la filosofía de su carnicería:
"Era muy sencillo, los veía de la misma forma en que una bestia contempla a los corderos"
"No hay mejor asesino en el mundo que yo. No me arrepiento de nada, y, si pudiera, sin duda volvería a hacerlo..."

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