sábado, 27 de septiembre de 2008

LA MESA DE SALOMON


Junto con el Arca de la Alianza y la Menorah, la mesa de Salomón es uno de los objetos sagrados más importantes de la antiguedad. Su pista nos ha llevado hasta España, en concreto a la catedral de Jaen.


Hacia el 960 antes de nuestra Era, Salomón mandó construir un fastuoso templo que albergaría diversos tesoros que el Dios Yahvé necesitaba para su culto. Revestido de oro en su totalidad, su construcción y ornato se correspondía hasta el más mínimo detalle con un riguroso código simbólico, dictando la propia divinidad las medidas y peso inalterables del Arca de la Alianza -que contendría las Tablas de la Ley-, del candelabro de siete brazos o Menorah, y de la Mesa de los panes. Tras varios saqueos y restituciones, el templo judío fue asaltado por las legiones de Tito, en el año 70. El historiador romano Flavio Josefo refirió entonces que "fue tan grande el botín que hicieron los romanos, que el oro se vendió en Siria posteriormente sólo a la mitad de lo que valía antes" (Guerra de los judíos, VI, XXXII); Aunque, como puntualizó Gerard de Sede, sólo una parte del botín corrió esta suerte ya que las piezas más preciosas fueron llevadas a Roma: "Todo lo que las naciones más venturosas habían podido acumular de precioso, de más maravilloso y de más caro con el paso de los siglos, quedaba reunido aquel día para dar a conocer al mundo hasta qué punto se elevaba la grandeza del Imperio. Entre la gran cantidad de botines, los que destacaban con dorado brillo eran los que habían sido capturados en el templo de Jerusalén, la mesa de oro que pesaba varios talentos y el candelabro de oro..." (Josefo, Guerra de los judíos, VII, XVIII).

Los relieves del arco de este emperador, en la ciudad de Tíber, serían fieles testimonios de su triunfo y de la llegada de las piezas sagradas a este enclave, donde se guardarían en el templo de Júpiter Capitolino y en el palacio de los Césares, hasta el sitio del godo Alarico en el año 410.

El oro judío representaba el poder económico, y, por tanto, material, pero su verdadero significado y trascendencia eran aún mucho mayores, puesto que situaría a su poseedor en el plano del Conocimiento Absoluto.Los utensilios sagrados del templo de Salomón fueron incorporados al llamado "Tesoro Antiguo" de los visigodos, quienes en el siglo VI se instalaban con sus riquezas al sur de Francia, en Carcasona.A partir de ese momento los datos son confusos y contradictorios. Los investigadores se dividen a la hora de situar las riquezas salomónicas en esta ciudad gala o en la española Toledo. Los partidarios de la segunda opción se basan en numerosas referencias legendarias e históricas que aseguraban que los visigodos crearon el reino toledano al entrar en peligro sus posesiones en Francia, y que a esta ciudad castellana trasladaron "tesoros y botines innumerables, entre los cuales se encontraban misteriosos amuletos mágicos, de cuya conservación y custodia dependía la suerte del Imperio fundado por Ataulfo..." (Crónica de Aben Adhari).El nombre del poderAnte la presión de los francos, los visigodos de Carcasona construyendo una fortaleza en la antigua ciudad de Rhedae, en el condado de Razés. ¿Sepultaron en este lugar sus tesoros? Aquí, a finales del pasado siglo, se produce una extraña "mutación": Berenguer Sauniére, humilde párroco de Sainte-Madeleine, encuentra durante unas obras en su pequeña ermita ciertos pergaminos en un altar visigótico que le conducen al centro de un fascinante y secular secreto, pasando fugazmente de pobre cura a hombre enormemente rico e influyente.Iniciará así una serie de enigmáticas pesquisas y excavaciones en la región e igualmente gastará enormes sumas, entrando en contacto con numerosas logras ocultistas y altos personajes de la nobleza y realeza del momento

El propio Vaticano seguirá las huellas de Sauniére hasta su muerte en 1917 en misteriosas circunstancias, llevándose su saber a la tumba... ¿A qué secreto logró acceder? ¿De dónde procedían sus inagotables recursos? ¿Qué suponía su descubrimiento para con algunos dogmas del cristianismo?Hipótesis inquietantes que plantean que el prelado se topó con algo más que oro. Quizá el secreto templario de la descendencia de Jesucristo...La constante pugna por la posesión del oro salomónico explicaría que el verdadero poder de estas piezas -de la mesa del templo en especial- radicaba en que estas proporcionarían a su poseedor el Conocimiento Absoluto, el verdadero nombre del Dios Primordial, cuya, mera enunciación constituye el poder de la Creación y la comprensión de los secretos de la vida. Es el Nombre del Poder o Shem Shemaforash, que no puede escribirse jamás y sólo debe pronunciarse para provocar el acto de crear.Según cuenta la tradición cabalística "Salomón lo confía a una forma jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita la escritura del Nombre, contiene las pistas necesarias para su deducción. Este jeroglífico tiene como soporte material un objeto: la llamada Mesa de Salomón". (Eslava Galán).El obispo iniciadoAlonso Suárez de la Fuente del Sauce nació a mediados del siglo XV en la pequeña localidad abulense que portaba como apellido, cercana a Arévalo. Obispo de Mondoñedo, Lugo y Jaén, inquisidor general y presidente del Consejo de Castilla, don Alonso era un iniciado. En tierras lucenses entró en contacto con el mundo de la tradición esotérica y conoció la historia de un antecesor suyo en este obispado, Rosendo, quien en el siglo X "poseyó las características mágicas del constructor iniciado", en palabras del escritor Juan García Atienza. El obispo Rosendo trocó los elementos de su escudo de armas siguiendo un sentido ocultista y se erigió en un edificador nato, y a imagen suya, don Alonso desconcertó a sus contemporáneos al iniciar numerosas empresas constructoras sin recursos aparentes en una diócesis a la que acababa de arribar, la sede vacante de Jaén en el año 1500. Todo ello siguiendo el principio común de aquellos que buscaron o supuestamente hallaron parte de los tesoros de Salomón, es decir, mediante una intensa actividad fundadora y una posesión ilimitada de riquezas.

Puentes, templos, casas, fortalezas y conventos levantados por don Alonso, "el edificador", mostraban un elemento extraño: en todos ellos se labraron sus armas, un escudo nada común que constituía todo un catecismo iniciático.Alonso Suárez conocía la tradición de la Mesa en la ciudad de Jaén y su relación con los godos. El descubrimiento del fabuloso tesoro de Torredonjimeno a escasos kilómetros de la capital del Santo Reino en 1924, pareció otorgar la razón a nuestro protagonista. Este conocimiento le venía de la mano de los Chaprut, los judíos cabalistas del antiguo barrio generador de la ciudad, el "raudal de la Magdalena", y fue generoso cm el legado adquirido pues en su principal obra sembró las pistas del secreto salomónico. De la catedral gótica que inició en sus últimos años -en su etapa jiennense- sólo resta hoy el muro-cabecera, que constituye según Juan Eslava -el principal investigador de su mensaje oculto- un código cifrado que no usa letras sino símbolos. 35 metros de largo por unos 8 de altura en los que el nudo de Salomón, el Bafomet o ídolo templario de la sabiduría y diversos signos o enigmáticas marcas de cantería nos indican que estamos ante el verdadero testamento del obispo Suárez...La búsqueda del tesoro salomónico en esta ciudad parece estancarse hasta el pasado siglo, en que un grupo de destacados miembros de la burguesía y clero locales crean una logia para tan elevado fin. Encabezaba la misma el canónigo Muñoz Garnica quien, como no podía ser de otra forma, se hizo con una enorme y repentina fortuna que gastaba a manos llenas; según testimonios de la época, las rentas de sus fundaciones "crecían como por ensalmo". La intensa actividad desarrollada por Muñoz Garnica no pasó desapercibida a la población de una pequeña localidad provinciana, muy en especial sus frecuentes viajes a Italia y Francia desde que entrara: a formar parte del cabildo catedralicio. ¿Qué asuntos requerían su constante presencia en estos países? Quizá la respuesta la encontrarnos en las innumerables horas de investigación que Garnica invirtió en el laberíntico archivo diocesano, donde el julio de 1968, un prestigioso investigador halló algo bastante revelador: una lista de nombres ordenados cronológicamente, relacionados con la ciudad y su catedral, en cuyo encabezamiento se leía "los que buscaron la cava" -es decir, "la cueva"- los subterráneos de la grandiosa mole renacentista. Escrito a pluma, con caracteres de fines del XIX, la relación incluía a reyes y a influyentes personajes hasta el siglo XVIII, entre los que topamos -¡cómo no!- con don Alonso Suárez y Muñoz Garnica...Este último punto prueba que la hipótesis era bien fundada, que la búsqueda de la Mesa en estas tierras fue un hecho y que quizá nunca nadie la encontró, porque según la tradición judaica, el día que esto ocurra, el fin del mundo estará próximo...

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